A los 39 años, Dayro Moreno sigue haciendo lo que mejor le sale: meterla. El delantero colombiano está en un momento impresionante en su país, rompiéndola con la camiseta de Once Caldas, batiendo récords de goles y siendo tema obligado en todos los programas deportivos. Lo piden para la Selección Colombia con insistencia, y no solo los hinchas: también lo bancan entrenadores, periodistas y hasta leyendas como el Pibe Valderrama.
Pero entre tanta euforia, Dayro se acordó de Talleres. Porque en medio de su presente goleador, el colombiano volvió a mirar de reojo ese paso por Córdoba que tanto lo marcó. Fue corto, es cierto, pero intenso. En el verano cordobés de 2019 dejó una de esas postales que quedan para siempre: un golazo en el clásico ante Belgrano, con el Kempes repleto y vibrando como si fuera una final del mundo. Esa noche no solo se metió en el corazón albiazul, sino también en la memoria colectiva de una hinchada que no olvida.
+ VIDEO: El golazo de Dayro a Belgrano:
Aquel partido, si bien era amistoso, tuvo toda la carga emocional de un cruce de alto voltaje. El colombiano, recién llegado, no tardó en hacer de las suyas: un gol y después otro de otro planeta. Los relatos de ese día explotaron. Y sí, desde entonces, en Córdoba se lo empezó a nombrar con un apodo que pegó fuerte: la mafia. Así, con esa mezcla de picardía y cariño tan cordobesa, lo bautizaron los hinchas y lo siguieron cada vez que volvía a aparecer su nombre.
+ VIDEO: Dayro recordó su paso por Córdoba:
Hoy Dayro está intratable. Ya superó a Falcao como el máximo goleador colombiano de la historia y no para. Viene de marcarle a Envigado, de clavar un triplete en Bolivia por la Copa Sudamericana y de demostrar que está más vigente que nunca. En Colombia lo miran y no entienden cómo a esa edad puede correr, presionar y definir como un pibe de 25. Hasta su DT lo dice: parece rejuvenecido.
Y mientras en el país cafetero se discute su regreso a la Tricolor, en Córdoba lo recordamos con una sonrisa. Porque Dayro dejó su huella. Porque fue parte de nuestra historia. Y porque, como pasa con los grandes, su nombre quedó ligado a una emoción, a un grito de gol y a esa noche inolvidable donde el T hizo delirar a su gente.
Grande, Dayro. Acá, la mafia no se olvida.