Hay fechas que quedan marcadas en la historia, momentos que se reviven una y otra vez con una sonrisa en la cara y un grito de gol en la garganta. Y el 13 de marzo de 2013 es una de esas noches inolvidables para el Matador.
Era un Talleres en pleno ascenso, con hambre de gloria y ganas de demostrar que la camiseta pesa. Enfrente, el de siempre, el de Alberdi, que llegaba con chapa de Primera, pero en el Kempes se toparon con un equipo que jugó con el corazón y la historia en la mano. Esa noche, la Copa Argentina se vistió de azul y blanco y la «T» se llevó el clásico con un 1 a 0 que todavía resuena en el alma del hincha.
El partido fue peleado, con dientes apretados y cada pelota jugada como si fuera la última. Y en el minuto 69, cuando la tensión se podía cortar con un cuchillo, apareció Gastón Bottino con un zapatazo que dejó vencido a Olave y mandó la pelota al fondo de la red para hacer estallar a una ciudad que siempre fue de Talleres. Un gol que se gritó en cada barrio de Córdoba, de esos que hacen historia, de esos que nos recuerdan por qué somos el orgullo de la provincia.
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Esa misma tarde, en el Vaticano, el humo blanco anunciaba que un argentino se convertía en Papa. Mientras el mundo hablaba de Francisco, en Córdoba la verdadera bendición llegaba en forma de gol y con el grito de todo un pueblo albiazul.
El Kempes fue una fiesta, la hinchada explotó y los de enfrente se quedaron con las ganas. Talleres pasó de ronda y siguió escribiendo un gran capítulo en la Copa Argentina, dejando en el camino a Sportivo Belgrano y a Newell’s, hasta llegar a los Cuartos de Final.
Porque Talleres es así, le mete garra, corazón y un amor por la camiseta que no entiende de categorías. Y el 13 de marzo de 2013 nos regaló una de esas noches donde el Matador demostró que en los clásicos, la historia se respeta.
