Se viene un nuevo campeonato, y volvemos a poner primera. Este viernes frente a San Lorenzo en el Kempes, volvemos a escribir otra página de nuestra historia en el Clausura 2025. Y claro, enfrentarse al equipo de Boedo siempre hace latir un recuerdo inolvidable para el mundo albiazul: aquella tarde de septiembre de 1970, cuando Talleres no solo le ganó un partidazo, sino que también se adueñó para siempre de un apodo que hoy late en cada corazón albiazul: El Matador.
+ VIDEO: Una partido de Matadores:
Corría el Torneo Nacional, con Talleres recién ascendido tras dos finales épicas frente a Belgrano. Enfrente esperaba el temido San Lorenzo de “Los Matadores”, un plantel con roce internacional y con vueltas olímpicas, que imponía respeto por donde pasaba. Ese día llegaron a La Boutique con todo su cartel, pero se toparon con un Talleres agrandado, que venía con hambre de gloria y se plantó sin complejos ante los gigantes de Buenos Aires.

El partido arrancó bravo: San Lorenzo golpeó primero y se fue al descanso 1-0 arriba. Pero en el complemento, Talleres sacó a relucir toda su rebeldía. Miguel Patire, imparable, metió el empate de cabeza. Después fue el turno del Flaco Del Río para el 2-1, también de arriba, y aunque Albrecht igualó enseguida para la visita, la “T” no aflojó. Faltando nada, Patire otra vez, con otro cabezazo, puso el 3-2 definitivo y desató la locura de barrio Jardín.

Ese día, la crónica nacional se rindió a los pies de Talleres. “El Matador fue Talleres”, escribieron los diarios de todo el país. Y así fue: el apodo cambió de dueño. Lo que había nacido como un sello de aquel San Lorenzo multicampeón quedó grabado, desde entonces, en la historia de nuestro Club. Talleres se vistió de Matador para siempre, y el hincha lo llevó con orgullo generación tras generación.
Casi medio siglo después, cada vez que el fixture pone a la “T” frente al Ciclón, la memoria vuelve a la tarde de La Boutique. A esos jugadores que desafiaron los rótulos, a un plantel que se animó a dar el golpe, y a un público que festejó como nunca. Fue una victoria que dejó marcas profundas, porque cambió para siempre la manera de mirar a Talleres en todo el país.